I S A B E L H O W A R D · P S I C O L O G Í A · I N F A N T O J U V E N I L
Los psicólogos de niños aspiramos contribuir al desarrollo armonioso de la personalidad de los niños, promoviendo las condiciones que eviten la aparición de los indicadores que evidencian el sufrimiento infantil.
Los síntomas psicológicos son un lenguaje en clave. Son la forma que utilizan los niños (y los adultos) para expresarse sin lenguaje verbal.
Ojalá alguien “les escuche”, descifre este mensaje y pueda ayudarles. Muchas veces son gritos desesperados; son lamentos sin voz. También muchas veces sus padres, aunque les amen, no logran descubrir su significado y proveerles lo que piden, a pesar de que pueda ser tan sencillo de resolver.
En ocasiones, lo que se necesita es un mediador: alguien neutral, que no esté involucrado en el conflicto, que pueda escuchar y comprender, sin juzgar ni culpar ni amenazar a “todos los implicados”. Alguien que ayude a encontrar esa solución que muchas veces está a la mano fácilmente. Alguien que propicie que todos puedan expresarse sin temor; y que juntos puedan lograr equilibrios saludables para vivir.
Acerca de mí
Nací en la ciudad de Panamá, hija de padre panameño y madre guatemalteca. Tuve unas tías panameñas fascinantes. A los 6 años regresé a Guatemala, en donde he vivido desde entonces; me nacionalicé guatemalteca a los 18 años y mantengo un amor vivo por mi país, dispuesta a contribuir con mi mejor esfuerzo a mejorar su historia.
Crecí en el Centro Histórico (GT) y tengo felices recuerdos de la vida compartida con mi hermano y mis primos maternos, como de ir a patinar al parque o escuchar conciertos en la Concha Acústica. Disfruté jugando en la calle con mis primos y vecinos: avioncito, tuero o tenta; o simplemente, “viendo pasar gente”, sentados en la banqueta.
Estudié la primaria en la Escuela Experimental Dolores Bedoya de Molina, con magníficas maestras. Y la secundaria en el Instituto Belga Guatemalteco, al cual seguramente debo mi espíritu de servicio. Me formé como psicóloga en la tricentenaria Universidad de San Carlos, de lo que me siento muy orgullosa.
Comencé a trabajar con niños desde que cursaba 2º grado de la licenciatura, en el Instituto Neurológico. Y nunca he dejado de trabajar con niños: en el INCAP (División de Desarrollo Humano), en la Dirección de Orientación y Tratamiento para menores y en el Centro de Educación Especial Álida de Arana.
Pero los años más importantes de mi vida los dediqué al Departamento de Pediatría del Hospital General del IGSS de Guatemala, en donde laboré por más de 23 años. Agradezco a la vida esta oportunidad de servir y aprender: conocí a tantos niños y a sus familias, les acompañé en las mayores adversidades, me formé con ellos; me instruí con los pediatras, las trabajadoras sociales y otros profesionales de este hospital escuela, a lo largo de tantos años. Decididamente, amé este lugar. Simultáneamente, fui profesora universitaria: 27 años formando alumnos en la Escuela de Ciencias Psicológicas de la USAC: conseguí tocar el futuro en mi contacto con estos jóvenes, muchos de ellos mis colegas ahora, por los que guardo un gran cariño.
Tuve sólo una hija, a la que amo y es quien me ha formado como madre. No podría aconsejar a ningún padre si no hubiera pasado yo misma por esta experiencia, de la cual ella ha sido mi maestra.
En cuanto al resto de mi familia, mi amado hermano menor constituye ese pilar fundamental: tenemos una gran e importante relación en la que compartimos y nos acompañamos muchísimo.
Poseo amigos y amigas desde hace más de 40 años; compartí mi juventud y mi madurez con ellos y continúo disfrutando cuando conseguimos un momento para reunirnos. Con ellos viajé por Guatemala, antes de la guerra, cuando se podía ir a los pueblos y comer en los mercados con alegría. Cuando, como dice Gabriel García Márquez, “éramos jóvenes, felices e indocumentados”. Me encantan los animales, las plantas, la lectura, la música clásica (Mozart y Bach) y los pintores impresionistas. Disfruto intensamente la literatura, es mi refugio; Mario Benedetti, Pablo Neruda, José Saramago y ¡Agatha Christie! Reconozco que tengo adicción a los buenos juguetes; me regocijo usándolos con los niños. Mi casa es mi santuario: me complazco estando en ella, en arreglarla (pasar las cosas de un lado a otro y luego regresarlas de nuevo) y en la soledad y el silencio. Soy intensamente creyente de la justicia, los derechos humanos y el respeto. Y, repitiendo a Neruda: “tengo una esperanza irrevocable en el ser humano”, a pesar de las circunstancias…
He dedicado mi vida a los niños y a sus familias. Mi solidaridad con ellos es indestructible; soy un buen pastor que da la vida por sus ovejas. Pero más de lo que les he podido dar es lo que he recibido de ellos: los llevo en mi corazón.
La relación entre un niño y un adulto puede ser una experiencia gratificante para ambos-- si se basa en el respeto genuino.
Acerca de la consulta
Es frecuente tener dudas antes de hacer una consulta a un terapeuta.
En esta sección comparto generalidades de gran utilidad al respecto para aclarar algunas ideas…
• MOTIVOS DE CONSULTA
La mayoría de padres consultan por condiciones como:
1. Niños/as menores de 2 años: prácticas de crianza en relación a hábitos de sueño, alimentación o control de esfínteres. Actividades para estimulación temprana.
2. Niños/as de 2 a 5 años: estimulación del lenguaje, independencia en autocuidado. Inicio de la escolarización. elección de colegio, rivalidad fraterna, timidez, agresividad, desobediencia ¡Y los famosos berrinches! También por autismo u otras condiciones que pueden ser invalidantes.
3. Niños/as de 6 a 12 años: aprendizaje de lecto escritura, trastornos de aprendizaje escolar, hábitos de estudio, adaptación social escolar, relaciones interpersonales, déficit de atención, ”bullying”(acoso escolar), ansiedad, baja autoestima, trastornos psicosomáticos, trastornos alimentarios, hurtos y mentiras.
4. Niños/as de 12 a 18 años: relaciones interpersonales, déficit de autoestima, rasgos depresivos, autoagresividad, trastornos alimentarios y presión del grupo. Así como la elección vocacional.Factores como la desintegración familiar, así como la experiencia de duelo o de maltrato son comunes a todas las edades. También la rivalidad fraterna es frecuente.Pero muchos padres también se sienten motivados en realizar una evaluación emocional para conocer cómo se desarrollan sus hijos y cómo fortalecerlos y optimizar las relaciones filiales y fraternas.
• EDADES QUE SE ATIENDEN
Aunque la gran mayoría de los niños/as que asisten son menores de 18 años, algunos hermanos/as mayores o niños que han crecido, solicitan – a veces por su propia decisión – una consulta u orientación.Los mayores que han asistido de niños logran una mejor participación, pues tienen una base de confianza formada desde la infancia y les es más fácil expresarse y sentirse cómodos en esta experiencia terapéutica.
• PLANIFICACIÓN DE LAS SESIONES
Al finalizar la primera entrevista, con padres y niño por separado, generalmente puede hacerse una aproximación del número de sesiones que serían convenientes (entre 2 y 4). Luego se realiza una reunión con los padres para comentar los resultados y proponer soluciones prácticas. Entonces podría establecerse un nuevo período de citas, acordado entre los padres y la terapeuta. Éste abarca un período variable, de acuerdo a las necesidades del niño/a. En muchas ocasiones se considera oportuno reuniones conjuntas entre padres e hijos. En la mayoría de las ocasiones también es conveniente citar a los hermanos, tanto por aparte como en sesiones compartidas con el niño que consulta. Muchas veces la opinión de otros familiares, especialmente de los abuelos, puede aportar información valiosa.
• EL CONTRATO
Los padres llaman para solicitar una cita. Tomamos nota de algunos datos importantes del niño y sus padres y de inmediato se procura hallar un espacio oportuno para recibirles. Si este espacio no aparece, su petición se anotará en la lista de espera y se intentará conseguir una cita cuanto antes. Muchas veces los padres desean contarme algunos detalles antes de la sesión, para anticiparme ciertas condiciones concretas, ya sea en persona o por teléfono. Sin embargo ello me resulta muy difícil por razones de tiempo. Es preferible hacerlo por correo electrónico, que tiene la ventaja de dejar constancia escrita de las dudas, las respuestas, el día y la hora. Además, puede realizarse la comunicación en el momento que cada una de las partes esté disponible. SIEMPRE RESPONDO LOS MENSAJES. Las sesiones se cancelan individualmente al finalizar cada consulta. La secretaria anota las citas y entrega un recordatorio por escrito a los padres. El día anterior a la cita se llama a los padres para confirmar que llegarán. Si no podrán asistir, se les encontrará otro espacio. Si los padres han confirmado su cita y no asisten ni la suspenden con 24 horas de anticipación, la sesión igualmente será cobrada para poder continuar con el tratamiento.
• PERIORICIDAD DE LAS CITAS
Por lo general, las citas se calendarizan en forma quincenal, pero si la situación es aguda, se consideran sesiones semanales. El período de atención puede ser de uno a varios meses, incluso años, cuando se trata de una condición crónica. O cuando los padres y el propio niño están interesados en un seguimiento a largo plazo.
• ORIENTACIÓN A PADRES
En las sesiones de padres se revisan los resultados de la evaluación, se identifican las fuentes de conflicto, se discuten las mejores alternativas de solución, se decide cómo se harán los cambios y de qué manera evaluar si están habiendo progresos. Generalmente, se entrega una guía escrita de las recomendaciones para poderlas revisar periódicamente o compartirlas con otras personas que tienen relación con el niño.
• CONSULTA A OTROS PROFESIONALES
En ocasiones, resulta indispensable realizar una consulta a otro profesional. Éste generalmente es el pediatra del niño/a, un médico especialista (neurólogo, oftalmólogo, otorrino, dermatólogo, ortopedista, psiquiatra), terapista del lenguaje, fisioterapista, musicoterapeuta, entre otros. Esto permite obtener una visión integral de la condición del niño. Por supuesto, estas consultas se realizan de común acuerdo con los padres.
• VISITA ESCOLAR
En ciertos casos, cuando se considera que el origen del conflicto está en el ámbito escolar, es conveniente realizar una visita al plantel para conversar con las autoridades (directores, psicólogos, maestros) Se trata de la ocasión para conocer el ambiente escolar del niño/a, su adaptación al mismo y la visión que de él/ella tienen otras personas con las que se relaciona. Y, sobretodo, de planear conjuntamente acciones que contribuyan a mejorar tanto su rendimiento académico como su adaptación social.
• FIN DE LA TERAPIA
El registro sistemático de información al final de cada sesión permite mayor objetividad de la evolución del motivo de consulta. Conforme éste se resuelve, las sesiones se distancian o se suspenden, al menos temporalmente. Sin embargo, los límites de la salud y la enfermedad son sutiles y en ocasiones se soluciona un problema y surge otro. Es la dinámica de la vida… Así que en oportunidades, meses e incluso años después, las familias hacen reconsultas por distintos motivos a los de la primera vez. Los expedientes se guardan y conservan información útil para reiniciar un caso, incluso muchos años después. Estos expedientes son confidenciales y sólo la psicóloga tiene acceso a ellos.
• EVALUACIÓN
La evaluación emocional generalmente requiere un total de 4 sesiones. En la primera conozco al niño y los padres me proporcionan los datos para su historia clínica. Las siguientes dos sesiones son exclusivas para el niño: observo su juego, su conducta, su nivel de actividad, su lenguaje, su comprensión de órdenes, sus relaciones interpersonales y aplico algunas pruebas psicológicas menores. El niño no asiste a la cuarta sesión sino sólo sus padres; les comento los resultados y les oriento sobre cómo guiar al niño. Decidimos si es conveniente que continúe asistiendo conmigo y cada cuánto. Los honorarios se cancelan en cada sesión. Se puede pagar con tarjeta VISA (tiene un pequeño recargo). Para concertar una cita, basta una llamada al 2279-0914; responderá mi secretaria, quien administra mi agenda y conviene con los padres los días y horas que resultan mejor.
• EVALUACIÓN PSICOPEDAGÓGICA
Para niños en edad escolar (6 años en adelante), generalmente necesito 3 sesiones para completar una evaluación psicopedagógica, pues debe aplicarse una batería completa de pruebas. Los resultados son en verdad MUY interesantes y permiten identificar las fortalezas y debilidades del niño, para poderle ayudar en la forma más oportuna y precisa. Se obtiene un perfil que evidencia fácilmente las características de sus procesos mentales. Si los padres desean una explicación amplia de los resultados, necesitaré una sesión adicional. De lo contrario, sólo entrego las hojas del perfil con los resultados y las recomendaciones. Un informe completo (aproximadamente de 5 a 6 páginas) tiene honorarios adicionales. Los padres deciden qué les parece mejor.
• EVALUACIÓN DE INFANTES
En niños menores de 6 años también es posible realizar una evaluación de madurez de desarrollo a partir a partir del primer mes de vida. La cantidad de sesiones es variable y puede incrementarse con la edad; los mayorcitos requerirán de 3 sesiones aproximadamente.
Fundamento teórico y técnicas psicoterapéuticas
Psicología genética
La base teórica fundamental en este servicio es la psicología genética de Jean Piaget, (Suiza, 1896-1980), quien realizó importantes aportes al conocimiento y comprensión del desarrollo psicológico infantil. Su teoría es la guía para conocer las características del pensamiento del niño y lograr ajustar el tratamiento a su forma particular de comprender la vida.
Terapia lúdica o de juego
Se origina en el psicoanálisis e intenta, utilizando métodos psicológicos y la comunicación verbal y no verbal entre el niño/a y el terapeuta, disminuir los síntomas perturbadores. Al ayudarle a comprender qué lo hace sufrir y a descubrir sus fortalezas para enfrentarlo, el niño/a desarrolla su propio potencial y aprende a guiar su vida.
La hipótesis central de la terapia de juego o terapia lúdica es valorar la capacidad del niño/a para ayudarse a sí mismo, para desarrollarse y autodirigirse. La terapia de niños fue intentada por primera vez por Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, en 1909. Para entonces no trató directamente a su pequeño paciente Hans, que padecía de fuertes temores a los caballos, sino sugirió a sus padres algunas formas de ayudarlo.
Anna Freud (1928), hija de Sigmund, también hizo importantes aportes, especialmente el utilizar juegos y juguetes para interesar al niño en la terapia y en el terapeuta. Conforme el niño desarrolla una relación de confianza con el terapeuta, que le permite tener experiencias aclaradoras de sus preocupaciones, aprende a encontrar en sí mismo los recursos para vencerlas.
Por su parte, Melanie Klein (1932) consideró inconveniente el uso del lenguaje para expresar los conflictos por parte de los infantes, lo cual es útil para los adultos, pero no es la forma natural de expresión de los niños, por lo que propuso sustituirlo por el juego, con el que podía representar mejor sus afectos y pensamientos complejos.
En 1959, Carl Rogers, creador de la terapia centrada en el cliente (no directiva), hace una proposición fundamental para la terapia infantil, al considerar disminuir la posición de liderazgo del terapeuta y permitir que sea el niño el que guíe la sesión, elija los materiales que desea usar y en qué forma, así como el ritmo en que avanzará para resolver lo que le hace sufrir. Virginia Axline (1974) desarrolló con mayor amplitud las técnicas de Rogers, permitiendo al niño la responsabilidad de guiar la exploración de su propia conducta. Sus principios siguen siendo fundamentales:
• El terapeuta crea una relación cálida y amistosa con el niño
• Le acepta tal como es
• Mantiene un respeto profundo hacia su habilidad para resolver sus problemas
• Establece un ambiente en que el niño se sienta libre de expresar sus sentimientos
• No apresura la terapia, sino respeta su ritmo
• No intenta dirigir las acciones y conversaciones del niño: el niño conduce, el terapeuta le sigue
• Sólo establece las limitaciones necesarias para tener la terapia sujeta a la realidad y mantener el respeto en la relación.
El uso del juego como medio terapéutico es básico. Al poder reproducir sus sentimientos a través del juego, éstos se integran en la mente del niño, los comprende, los puede enfrentar directamente y sólo entonces, aprende a controlarlos, rechazarlos o sustituirlos por formas más maduras y aceptables de actuación. El juego es el medio natural con que se expresa el niño. Así se le ayuda a exponer, comprender y luego resolver lo que le preocupa. Además, es divertido, espontáneo y libre. En la terapia de juego se ofrece al niño la oportunidad de utilizar ese tiempo como él quiera, sin tener que limitarse a cumplir órdenes de adultos, sino todo lo contrario: sentir que es él quien guía a un adulto comprensivo y genuinamente interesado en él.
En términos generales, el juego cumple con 3 objetivos:
• Recreativo: sirve al niño como entretenimiento o diversión.
• Educativo: proporciona estímulos que favorecen su adecuado desarrollo intelectual.
• Terapéutico: le sirve para expresar miedos, ansiedades y preocupaciones
El cuarto de terapia de juego es un lugar que propicia el crecimiento psíquico del niño. Dentro de la seguridad de este cuarto, en donde él/ella es la persona más importante, el niño puede controlar la situación y a sí mismo sin que NADIE LE DIGA LO QUE DEBE HACER, NI LE CRITIQUE, NI REGAÑE U OBLIGUE A NADA. Así, se siente, de momento, aceptado por completo y libre para conocerse y enfrentar sus dificultades con el afán de resolverlas. Los límites que se imponen en la sesión son mínimos: no agresiones al terapeuta ni destrucciones al salón o a los materiales, respetar el horario ¡y no llevarse los juguetes!
La edad del niño/a es decisiva para planear la terapia. Mientras más pequeño sea, más se necesita la participación de los padres. Los niños/as menores de 3 años no elaboran escenas ni utilizan los materiales disponibles con un propósito, sino más bien los descubren y los investigan: los llevan, los ponen, los sacan, se suben en ellos, los ofrecen y los reclaman, de acuerdo a sus posibilidades. No debe haber demasiados estímulos en el salón, pues se dispersa su atención. En los niños/as preescolares (de 3-6 años) el uso del juego abarca casi toda la sesión, aunque se debe intentar entablar cortos diálogos para aprender a verbalizar sus alegrías, sus temores y enojos; así como expresarse a través de personajes como muñecos, títeres o animales.
Los juegos de armar, de construir y especialmente los que permiten elaborar escenas con personajes, con animales o transportes, son la forma ideal de determinar su madurez intelectual y la forma en que ha aprendido a comprender la vida y las relaciones con las personas de su ambiente. En la edad escolar (6-12 años), se combinan juegos no estructurados con algunos de reglas más intelectuales, que permiten desarrollar la lógica y aprender a compartir, a respetar turnos, a aceptar las derrotas, a respetar al perdedor y competir sanamente. Sin embargo, muchos niños prefieren los juegos libres con personajes (caballeros o princesas, según el género) o con animales; el uso de la casita y los carros, barcos y aviones es lo más habitual. Disponer de un colegio en escala es muy conveniente para expresar su vida en este ámbito.
Los juguetes elegidos deben alentar y no restringir la libertad de imaginación del niño/a, así como promover y no retardar la verbalización, la expresión del afecto y la revelación de los mecanismos que utiliza para enfrentar sus conflictos. Los juguetes son el objeto intermediario entre el terapeuta y el niño/a, a través del cual se inicia el vínculo y se expresan los sentimientos. Por estas razones, durante años he ido seleccionado cuidadosamente una amplia variedad materiales lúdicos de excelente calidad, que propician la expresión no verbal (apropiados cuando el contenido del mensaje es demasiado intenso), desarrollan el gusto estético y proveen un momento de diversión o relajación; una pausa en medio del pesar o la incertidumbre para devolver la esperanza de que siempre existe una oportunidad.
En la preadolescencia el uso del juego va desapareciendo. Conforme el niño crece, la interacción verbal aumenta, pero a veces puede combinarse con otras actividades, incluyendo algunos juegos de mesa, escuchar música, paseos o visitas a museos. Sin embargo, siempre hay contacto con los padres y en ocasiones se decide conversar conjuntamente con ellos o jugar juntos, lo cual es muy beneficioso para todos. El terapeuta sabe que la conducta desviada del niño/a tiene una causa: es su manera de expresar sus problemas, a pesar de lo inadecuada que pueda ser. Generalmente, se origina en su familia o en su escuela, ya que estas son las dos instancias que rigen su vida. Si no se modifica el origen de los problemas, la conducta es la única forma que encuentra de rebelarse contra algo que le perturba y ésta puede intensificarse o prolongarse por meses, incluso hasta llegar a ser parte de su personalidad con el paso del tiempo. La única alternativa cuando los padres no pueden o no están dispuestos a mejorar las circunstancias de vida, es la terapia del niño, para no abandonarlo por completo y permitirle relacionase con un adulto maduro, estable y compresivo, que le acompañará y le apoyará durante la crisis y después de ella, si es necesario. Es demasiado pedir a un niño pequeño que enfrente por sí mismo las relaciones parentales inflexibles y traumatizantes u otras condiciones negativas en su vida.